4. Así pensaba...así creció nuestra familia

4. Así pensaba...así creció nuestra familia

 Es en esta Casa de Misericordia, donde nuestra Madre deja a sus hijas tanta vida  y legado de amor, tantas enseñanzas expresadas en consejos a unas y otras hermanas:

 

“Solo deseo que el pobre sea asistido y Dios loado”

 

“Vivir en caridad y morir víctimas de la Caridad”

 

“Todo sea para gloria de Dios y bien de los hermanos, nada para nosotras”

 

“En el calvario, a los pies de Jesús, se halla todo consuelo y alivio”

 

“Es Dios quien nos tiene que recompensar”

 

“¡Qué hermosas son las obras del Creador!”

 

“Si conociésemos el gran beneficio de llamarnos el Señor, a la religión le seríamos muy agradecidas”

 

“En la persona de los pobres, mire al mismo Jesucristo”

 

“Sería para mí una fortuna, morir por amor al prójimo cumpliendo mi deber”

 

“Quién llega a probar cuán dulce es Dios no puede, sin gran violencia, dejar tan suave ejercicio”

 

“Quiero sacrificar mi vida por amor al enfermo y al desvalido”

 

“La humildad es un tesoro escondido”

 

“La Religión es como un jardín en que hay mucha variedad de virtudes”

 

“Apreciemos mucho nuestro estado, pues ser llamadas a la Religión es como escogernos para el cielo”.

 

“Camine en la presencia de Dios y diríjale muchos actos de amor”

 

¡Ay Jesús, Esposo, cuán bueno sois!¡Ay dulce!

 

¡Dulzura mía, Señor, ya sabéis con qué gusto sufro!

 

“Que nuestras palabras sean de ternura y cariño para los niños, de consuelo para los enfermos y de gran edificación para todos”

 

Esta Casa de la Misericordia, que  hoy en día solo conserva un espacio que se ha transformado en una sencilla habitación, la escalera que da a un pequeño oratorio donde encontramos la tribuna de la Madre, donde María Rosa oraba tantos días y noche y desde ahí podía contemplar a Jesús en el Sagrario de la Iglesia. Es un lugar muy significativo para cada Hermana de la Consolación y para tantas personas que viven este carisma y sienten su cercanía, un recuerdo y una presencia viva de esta gran mujer y Madre Fundadora.

 

11 de Junio de 1876, Domingo de la Santísima Trinidad, María Rosa debe dejar a sus hermanas y a sus pobres, partiendo a la Casa del Padre con un solo deseo expresado: ¡Déjeme marchar!.

 

Sus restos descansan hoy en la Iglesia de la actual Casa Madre de las Hermanas de la Consolación.

 

Aquí están los restos de una Mujer Fundadora y Santa, sencilla y grande, penetradora de corazones que vivió el desafío humanizante de la civilización del amor.

 

Pero…María Rosa no ha muerto, su espíritu, su vida, su obra, sus enseñanzas, penetró en muchos corazones, y con el tiempo se fue expandiendo esa Obra de Dios que fue pedida más allá de las fronteras y así tenía que ser, porque la Madre  tiene espíritu eclesial y nuestra amada iglesia es universal.

 

Las hijas de María Rosa, las Hermanas de la Consolación, van a fundar por vez primera fuera del suelo español a tierras de América, y es Venezuela, año 1924, llegan sus primeras hijas a suelo venezolano, tierra del calor y de la acogida, para que la Obra de Dios comenzara llevando el legado de nuestra Madre: “Todo para gloria de Dios y bien de los hermanos, nada para nosotras”.

 

Nos recogemos en el silencio, para contemplar la belleza de Dios, las maravillas que Dios nos regala, la grandeza de su amor.  Nos recogemos en un silencio de oración.

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